Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

lunes, 17 de junio de 2013

Un poema de Rafael Felipe Oteriño

Rafael Felipe Oteriño

LA TELARAÑA

El otro día vi, o creí ver, 
en el silencio de los árboles después de la lluvia, 
una telaraña entre dos ramas suspendida, 
y en las nervaduras de su red 
/ millares de perlas de agua, 
pesándole y tensándola, 
en un equilibrio demasiado frágil como para durar. 

Era una imprevista verdad 
/ en el instante 
de desprenderse de su significado: 
la escudilla que un rey sangriento usó y arrojó, 
/ el latido 
de quien cumpliera una cita sublime 
a orillas del parque. 

Magnífica flor creada por el cerebro, 
que ahora bañan gruesas nubes y sol, 
desplazándose y ganándose, 
/ elevándose y huyendo: 
música tan callada 
en un silencio de ramas 
/ otra vez libres. 

- . - . -

Rafael Felipe Oteriño: Ágora. Ediciones del Copista; Colección Fénix, vol. 32. Córdoba (Argentina), 2005. Pág. 53.

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