Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

lunes, 23 de febrero de 2015

Un poema de Pablo Neruda

Pablo Neruda 


LARINGE 

Ahora va de veras, dijo 
la Muerte, y a mí me parece 
que me miraba, me miraba. 

Esto pasaba en hospitales, 
en corredores agobiados 
y el médico me averiguaba 
con pupilas de periscopio. 
Entró su cabeza en mi boca, 
me rasguñaba la laringe: 
allí tal vez había caído 
una semilla de la muerte. 

En un principio me hice humo 
para que la cenicienta 
pasara sin reconocerme. 
Me hice el tonto, me hice el delgado, 
me hice el sencillo, el transparente: 
solo quería ser ciclista 
y correr donde no estuviera. 

Luego la ira me invadió 
y dije: Muerte, hija de puta, 
hasta cuándo nos interrumpes? 
No te basta con tantos huesos? 
Voy a decirte lo que pienso: 
no discriminas, eres sorda 
e inaceptablemente estúpida. 

Por qué pareces indagarme? 
Qué te pasa con mi esqueleto? 
Por qué no te llevas al triste, 
al cataléptico, al astuto, 
al amargo, al infiel, al duro, 
al asesino, a los adúlteros, 
al juez prevaricador, 
al mentiroso periodista, 
a los tiranos de las islas, 
a los que incendian las montañas, 
a los jefes de policía 
con carceleros y ladrones? 
Por qué vas a llevarme a mí? 
Qué tengo que ver con el cielo? 
El infierno no me conviene 
y me siento bien en la tierra. 

Con estas vociferaciones 
mentales me sostenía 
mientras el doctor intranquilo 
se paseaba por mis pulmones: 
iba de bronquio en bronquio como 
pajarillo de rama en rama: 
yo no sentía mi garganta, 
mi boca se abría como 
el hocico de una armadura 
y entraba y salía el doctor 
por mi laringe en bicicleta 
hasta que adusto, incorregible, 
me miró con su telescopio 
y me separó de la muerte. 

No era lo que se creía. 
Esta vez sí no me tocaba. 

Si les digo que sufrí mucho, 
que quería al fin el misterio, 
que Nuestro Señor y Señora 
me esperaban en su palmera, 
si les digo mi desencanto, 
y que la angustia me devora 
de no tener muerte cercana, 
si digo como la gallina 
que muero porque no muero 
denme un puntapié en el culo 
como castigo a un mentiroso. 

-- (1958) / Estravagario, 1958 

PABLO NERUDA. Antología general. Perú, 2010. 

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