Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

viernes, 8 de mayo de 2015

Un poema de Severo Sarduy

Severo Sarduy


Matta dibuja lo invisible: el viento, 
la dimensión de lo desconocido, 
lo que no captará ningún sentido, 
ni tiene forma, ni conocimiento. 

El golpe de lo inmóvil. El reverso. 
La fijeza del sueño y el olvido. 
La transparencia gris. El estallido 
de una luz fósil: la del universo. 

La curva del espacio. Hélice rota 
de una galaxia que se apaga: emblema 
del retorno al origen que desata 

la energía más densa y más remota. 
Incandescencia que se expande y quema 
el universo que dibuja a Matta. 

- . - . - 

Tomado de SEVERO SARDUY: Obra completa, Tomo I, Colección Archivos n° 40, Madrid, 1999. Pág. 221. 

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