Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Un poema del Conde de Villamediana

Conde de Villamediana


Cuanto me trato más, menos me entiendo, 
hallo razones que perder conmigo, 
lo que procuro más, más contradigo 
con porfïar y no ofender sirviendo. 

La fe jamás con la esperanza ofendo, 
desconfïando más, menos me obligo, 
el padecer no puede ser castigo, 
pues sólo es padecer lo que pretendo. 

De un agravio, señora, merecido 
siempre será remedio aquel tormento 
que cuanto mayor es, más se procura; 

porque para morir agradecido, 
basta de vos aquel conocimiento 
con que nunca eche menos la ventura. 

- . - . -

CONDE DE VILLAMEDIANA. Poesía. Edición, prólogo y notas de María Teresa Ruestes. Planeta. Barcelona, 1992. Pág. 133.

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