Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

sábado, 20 de febrero de 2016

Un poema de Almafuerte


EL SOÑADOR 

Le aserraron el cráneo, 
le estrujaron los sesos, 
y el corazón ya frío 
le arrancaron del pecho. 
Todo lo examinaron 
los oficiales médicos 
mas no hallaron la causa 
de la muerte de Pedro; 
de aquel soñador pálido 
que escribió tantos versos, 
como el espacio azules 
y como el mar acerbos. 
 ¡Oíd! Cuando yo muera, 
cuando sucumba, ¡oh, médicos! 
ni me aserréis el cráneo 
ni me estrujéis los sesos, 
ni el corazón ya frío 
me arrebatéis del pecho, 
que jamás hasta el alma, 
llegó vuestro escalpelo. 
Y mi mal es el mismo, 
es el mismo de Pedro; 
de aquel soñador pálido 
que escribió tantos versos, 
como el espacio azules 
y como el mar acerbos. 

- . - . - 

ALMAFUERTE. Pedro B. Palacios. Poesías completas. Losada. Clásicos Losada: 515. Buenos Aires, 2007. Pp. 369-370. 
 

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