Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

lunes, 14 de marzo de 2016

Un poema de Alberto Girri.

Alberto Girri
                  
INTERVALO COMO LÍRICA


         1

Eleva su mano en actitud
de encontrar otra, alzándose, paralela,
con la que renovaría comparaciones
entre ambas,
                   sus figuras,
el largo de los dedos.


                          2

El yo que la induce
a hacerlo prosigue
su murmullo, habitual:
                            “Yo amo”,
y a la vez insiste
en no plegarse al martilleo
de la razón negativa:
                            “No hay tal cosa
como Amor, ese nombre contiene
sólo lo errático, la turbia
emocion del apego buscando
que su reverso, ¿el odio negativo?
lo alcance.”

                          3 

Gira luego la mano
sobre sí misma, cambio de frente,
pasión de remover.
                            ¿Qué yo actúa entonces?
El que cava hasta lo más
indiferenciado del recuerdo,
                            concluyendo: “Soy una
pura conciencia que recuerda.
y esto lo sé porque amo”;
                   y no le importa
que nuevamente la glacial,
ecuánime razón negativa,
lo desmienta:
                   “Aquello que se dijo primero sí,
lo segundo no; no puede
la pura conciencia afirmar Yo amo”

                           4

Con el sueño
todo contrapunto acaba,
                            la mano desciende, en calma
ahora sobre los labios de su dueña, ahora
sin ningún yo para aliviarla;
                          en conclusión, una mancha
en la penumbra, como lo único
que quedó de la mancha del amor,
de la irresistible necesidad, miseria,
del amor de entibiarse a cualquier precio,
aun con hojas secas. 

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ALBERTO GIRRI. Homenaje  a W.C. Williams. (1981)

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