Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

jueves, 7 de abril de 2016

Un poema de José Martí


AL EXTRANJERO 

Hoja tras hoja de papel consumo:
rasgos, consejos, iras, letras fieras 
que parecen espadas: lo que escribo, 
por compasión lo borro, porque el crimen, 
el crimen es al fin de mis hermanos. 
Huyo de mí, tiemblo del sol; quisiera
saber dónde hace el topo su guarida, 
dónde oculta su escama la serpiente, 
dónde sueltan la carga los traidores, 
y dónde no hay honor, sino ceniza: 
¡allí, mas sólo allí, decir pudiera 
lo que dicen y viven!, ¡que mi patria 
piensa en unirse al bárbaro extranjero! 

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JOSÉ MARTÍ. Ismaelillo. Versos libres. Biblioteca 100 x 100. Buenos Aires, 1995. Pág. 117.

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